miércoles, 2 de mayo de 2012

El Hombre sin Memoria...


Viajaba el hombre sin memoria a través de sus sueños de niño engreído, de un pasado que ya en vano intentaba recordar. No recordaba nada más que cosas del momento, o mejor dicho, nunca recordaba nada, porque siempre todo huía de su memoria, como un repelente.


Sonreía el hombre sin memoria a través de pensamientos inconexos que venían a su mente después de hacer cualquier cosa. Emociones que no sabía como controlar, palabras que no sabía como definir, y detalles que huían de su mente, de lo que alguna vez tuvo, sus recuerdos.


Vagaba el hombre sin memoria por aquella playa que siempre quiso conocer, pero estuvo solo, mirando el mar, las olas correr una tras otra y esperando a alguien que en realidad nunca iba a llegar. Sentado, con los pies fríos, la mente como siempre, la memoria inexistente, lo único que en ese momento sabía era que esperaba algo que nunca vendría, y efectivamente, ese algo o alguien, nunca llegaron.


Caminó pues, entonces, el hombre sin memoria por aquellas calles que nunca conoció, buscando alguna cara familiar, alguien que lo reconociera, buscando una vida a la cual acoplarse, las notas de aquella canción típica sonaban a lo lejos en la plaza, y él las siguió. Y caminando se encontraba el hombre sin memoria, solo, buscando la vida, buscando un recuerdo, pero siempre con todo en 0.


Se apagó el hombre sin memoria, después de muchos intentos fallidos por rogarle a la Libertad que le hiciera caso, no venía al caso, ya que el hombre sin memoria simplemente se dejó llevar, y así, sentado, con las manos cruzadas, los pies bien puestos en el frío, pero bien pulido, suelo, y la mirada fija en la libertad, rogó por última vez, con todas sus fuerzas, con toda su inexistente memoria, con toda esa fe que puede mover montañas, pero que esta vez, no movió ni el pétalo de la rosa que vio bajo sus pies. Rogó pues, a la Libertad, por un poco de razón.


Y la razón llegó. En forma de recuerdo.

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